domingo, 20 de octubre de 2013

Un punto final pronunciado

La palabra adiós debe ser sinónimo de eternidad. Porque al decir adiós vuelcas toda la esperanza de no volver a ver a la persona que despides hacia un abismo. Es rendirse, resignación, obligar a tu mente a que olvides porque no hay otro camino mas que ese.


Sino dices adiós es porque todavía en algún recóndito espacio de tu mente crees que hay una esperanza, esperanza al cambio y a todas esos sentimentalismos que te unen en cuerpo, alma y mente a la otra persona, es decir dependencia puramente emocional.

A veces cuando la muerte se interpone es más fácil, así como también los motivos conductuales que puede realizar la otra persona (mejor si son negativos) son ideales para decir adiós.  Considero que esta palabra es tan radical que hay que ser muy valiente para decirla, especialmente cuando los sentimientos están tan arraigados en tu interior y el desprendimiento se vuelve casi imposible.

Adiós es para siempre,  es una libertad que de buenas a primeras no hubieras deseado tener que decir pero tiene que, porque no hay de otra.  Adiós a tu pasado, a tus recuerdos, a tus costumbres de los últimos días acompañados y paradójicamente esta palabra es el inicio de un nuevo comienzo sin esa persona, es acostumbrarse  a tu nueva vida. Una vida sin el/ella.


Tantas canciones ya se han escrito sobre esta palabra, felizmente que no se ha vuelto nombre ni sustantivo para denominar a nadie. Pero cabe mencionar que esta palabra es inevitable en la vida de todos porque tarde o temprano queramos o no tendremos que decírsela a alguien o no los tendrán que decir a nosotros. 

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