Yo perdí la dirección de los que
saben, de los que sienten, de los que creen. Una mañana sin café ni estrés de
trabajo, me di cuenta que siempre hay una falla en el pavimento de los
sentimientos. Nada es plano, nada es llano, nada puede ser perfecto.
Y pensé en esas clases de
dolores, de esos que uno sufre, se queja y escribe. Hoy tengo algo para contar
y algo por qué sufrir. Es el agridulce que no quería pero que tal vez era
necesaria.
Hoy perdí la dirección y ando
como mareada. Analizando cada segundo después de esa maldita mañana, quizás no
debí amanecer, o así como cuando hay algún crimen: estuve en el momento y en el
lugar equivocado.
Hoy después de ayer, hoy que no quiero acordarme de nada, hoy que
menos quiero comparar. Me encuentro en silencio pero con la misma sensación que
por más que grite no será suficiente.
Pierdo dirección y menos sé dónde
está mi norte. Sólo sé que estoy en el centro de todo y quisiera convertir este
punto en el punto de partida, en el inicio de un sueño. De mi utopía.
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